Nova et Vetera Volumen 1 Número 9 Octubre 2015

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    Druzia
    (Universidad del Rosario, 2015-10) Cote Pabón, Sebastian
    Hay en el Oriente Medio levantino una comunidad religiosa cuyos creyentes se autodenominan muwahhidun (“los que proclaman la unidad de Dios”). Mejor conocidos como “drusos”, esta comunidad cuenta con poco más de un millón de almas, repartidas en algunas regiones de Siria, el Líbano, Israel y Jordania. Uno de los primeros testimonios de la existencia del pueblo druso se debe a Benjamín de Tudela, en la segunda mitad del siglo XII. Efectivamente, en uno de sus periplos por el Oriente Medio, y con cierto atisbo de sorpresa, el viajero español observó que la mayoría de los Darazyan habitaba en las montañas. Aún hoy el grueso de la población drusa vive relativamente aislado en las zonas montañosas de la Alta Galilea, la meseta del Golán, la Montaña de los Árabes(llamada también Jabal al Duruz, la Montaña de los Drusos), la cordillera del Antilíbano y la región del Monte Líbano. Esto se debe a que, en su calidad de minoría, las relaciones de los drusos con su entorno han sido a menudo hostiles y problemáticas. Igualmente, vivir en las montañas le ha garantizado a esta comunidad la celosa custodia de los secretos de su fe.
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    Jirafa ardiendo
    (Universidad del Rosario, 2015-10) Guzmán Hennessey, Manuel
    La mujer ha perdido la piel de sus manos. Y en un gesto de horror las aparta del fuego. Ha levantado hasta la mitad de sus dos antebrazos las mangas de su camisa, tal vez para protegerlos del calor excesivo, teniendo en cuenta que también han perdido su piel. Pero si el lector es un buen observador y mira con atención esta parte del cuadro colegirá que no es reciente la famélica esbeltez de las mujeres sin piel. La que está en segundo plano refleja una realidad más dramática aún que la de la primera. Su cuerpo se ha carbonizado, último estadio del fuego. El nuevo traje del emperador, atavío de la posmodernidad que nos ha tocado en suerte. El carbono es la tragedia de una civilización que equivocó su ruta hacia el progreso.
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    Editorial Nova et Vetera octubre 2015
    (Universidad del Rosario, 2015-10) Restrepo-Abondano, Jose-Manuel
    Relato por parte del Rector José Manuel Restrepo Abondano, a cerca de uno de sus antecesores, el Colegial y Rector don Lorenzo María Lleras en el descubrimiento del retrato donado por sus descendientes directos Claudia Gaitán de Caballero y Susana Caballero Gaitán. "Antes de referirme a quien, como dice el mármol, fuera educador insigne y egregio Rector de esta Institución y de agradecer debidamente la donación que de su magnífico retrato ha hecho la familia Caballero Gaitán, debo narrarles un hecho hasta ahora rigurosamente inédito: por esos avatares de la política, casi siempre difíciles de explicar, durante el siglo XIX el Colegio del Rosario, al lado de la tarea educativa que le había señalado el fundador Fray Cristóbal de Torres, se vio obligado a realizar otra: -menos grata y, con el perdón de los banqueros y con la venia de Santo Tomás de Aquino, menos honrosa- el préstamo de dinero a interés. En diciembre de 1825, siendo Rector del Claustro el doctor Juan Fernández de Sotomayor, ese clérigo rebelde que se atrevió a escribir y a difundir un Catecismo que impugnaba la dominación española, recibió la visita de un vecino del barrio de la Catedral quien le solicitó un crédito por la suma de 500 pesos, pagadero en cuatro años y con intereses anuales de 250 pesos o sea el 5%. Como “a buen pagador no duelen prendas” el visitante, un comerciante peninsular, ofreció en hipoteca su casa de habitación de tapia y teja baja, en la calle de la Calendaria, “haciendo esquina, la cual había reedificado en la que había antigua que compró al Señor Pedro Casís”, garantía sobre la cual el Fiscal dice que: “siendo como es la casa que por especial hipoteca se ofrece es de muy excesivo valor a los 500 pesos que se solicitan a reconocimiento sobre ella, y hallándose enteramente libre de gravamen, ningún inconveniente ocurre ni ocurrir puede, para que se den los dichos 500 pesos al pretendiente.....”.
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    Los hechiceros y el pensamiento religioso (La apuesta de Malafouris)
    (Universidad del Rosario, 2015-10) Quintero, Juan Pablo
    Muchas de las escenas que se encuentran en las pinturas rupestres o en objetos tallados a lo largo de Europa parecerían retratar escenas de la vida cotidiana de la gente que vivió durante el Paleolítico superior. Escenas de cacería de ciervos o de bisontes, ataques de osos, manadas de caballos salvajes o domésticos, conjuntos de manos humanas en positivo y en negativo, etc., tienden a interpretarse como descripciones del entorno inmediato de la gente que vivió en Europa entre hace 40000 y 13 000 años. Hasta cierto punto da la impresión de que se trataba de una especie de manuales de instrucciones para sobrevivir en la Era del Hielo. De hecho, en algunos casos, representaciones realistas como las de los bisontes de la cueva de Altamira, o la del ciervo herido con lanzas dibujado en la cueva de la Peña de Candamo, –ambas cuevas en España– o la del bisonte persiguiendo a un humano en la Roc de Sers, en Francia, parecerían respaldar tales ideas. Pero estas hipótesis no explican por qué comienzan a aparecer este tipo de expresiones artísticas de repente en la historia dela humanidad y, mucho menos, por qué aparecen otras muchas más de índole, aparente o evidentemente, sobrenatural.
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    Construyendo un palacio sin reyes
    (Universidad del Rosario, 2015-10) Soler Rangel, María Alejandra
    La fina lluvia nada usual de los días de junio se ha encarnizado con el centro de Bogotá. En la Plaza de Bolívar, los edificios del poder sudan pequeñas gotas y el olor a piedra mojada recorre el ambiente, excepto el Palacio Liévano, cuya construcción de mampostería y ladrillo al estilo francés no dan lugar sino para que las gotas resbalen. Carlos Dueñas lleva cuatro años trabajando en el Palacio Liévano, admirando el lugar y estudiando los detalles más curiosos de su pasado. Ocupa un cargo administrativo dentro de la secretaría privada del alcalde Gustavo Petro, fue su compañero en el M-19 y cuida su espalda. Se entusiasma al contar que el lugar, que es hoy la sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá, fue muchas cosas antes de albergar el poder municipal, entre ellas, una cárcel de mujeres. Pocos saben que la edificación que hoy se extiende desde la calle 10 o Calle del Divorcio, hasta la calle 11 sobre la carrera octava, estaba fraccionada en varias casas, entre ellas la que alquiló la familia Sanz de Santamaría a los virreyes y que era vecina del sitio por el cual la calle lleva su nombre: la cárcel Divorcio, lugar de confinamiento para las prostitutas y la plebe femenina de la antigua Santafé. Paradójico es también que además de vecinos, esta prisión hubiera sido el único lugar seguro para la integridad de la virreina durante la sublevación del 20 de julio