En el 2007, un reporte del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por su sigla en inglés) llamó la atención sobre los que, para propósitos prácticos, no era menos que un milagro. Colombia había “vuelto del abismo” se sobreponía a las predicciones apocalípticas del colapso estatal y la anarquía doméstica de solo unos años antes, cuando una serie de factores convergieron para crear la tormenta perfecta(DeShazo, Primiani y McLean 2007): A mediados de 1990, la violencia política había empeorado a medidaque los actores armados no estatales, las guerrillas y los paramilitares, aumentaban su tamaño, presencia territorial y poderío militar. Esto debido en gran medida a la transformación del narcotráfico y su entrelazamiento con el conflicto armado. Mientras que las Fuerzas ArmadasRevolucionariasde Colombia (FARC) alcanzaban control sobre áreas clave de la producción de coca y asestaban humillantes derrotas a las Fuerzas Armadas, el grupo paramilitar, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), conducían una brutal campaña contra las guerrillas , en la que los supuestos simpatizantes civiles también sufrían las consecuencias.

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