Entre historias y diagnósticos

Cuatro madres, una abuela y siete adolescentes cuentan sus historias después de la vacuna contra el VPH. Un camino de tropiezos e incertidumbres.

Un reto: estudiar y resistir

Ir al colegio resulta aburrido para algunos adolescentes: por el horario, las clases o las tareas, en cambio, para María de los Ángeles Fernández representa aprovechar 3 horas que asiste al colegio. La entrada es las siete de la mañana y a las diez la recoge Marisela Fernández, su mamá, para llevarla a las terapias físicas con el objetivo de recuperar la fuerza muscular.

María tiene 16 años, camina con dificultad porque tiene alargamiento de fémur del lado derecho y tiene las piernas un poco torcidas, como si sus dos rodillas tuvieran un imán. Mide 1.52 cms y pesa 35 kilos. Ojalá las afecciones terminaran ahí, pero la cuenta sigue, le han diagnosticado: artralgia, desacondicionamiento físico crónico, síncope, prolapso valvular mitral leve, trastorno de coagulación en estudio, metrorragia, epistaxis, genu valgo bilateral, síndrome depresivo y sospecha de colagenosis y lupus. Las anteriores son enfermedades relacionadas con el sistema autoinmune, problemas cardíacos y problemas en las extremidades.

Marisela, cuenta que su vida cambió totalmente, pasó de atender la tienda que tenía en su casapara cuidar a sus dos hijas enfermas. Yesmith Adriana Fernández es la mayor, tiene 19 años, presenta dolores de cabeza continuos, adormecimiento de las piernas, dificultad para respirar y el tamaño de su seno derecho aumentó. Ellas sostienen que siempre fueron unas niñas sanas hasta que les aplicaron la vacuna contra el VPH. María, alcanzó a recibir las tres dosis, mientras que Yesmith solo dos.

Las vacunas las recibieron en una jornada escolar en la Institución Educativa Caracolí. Hermenegilda Mena, coordinadora del colegio, recuerda que el 2014 fue un año caótico para el plantel, tanto para los profesores y alumnos. “Fue algo nuevo, tuvimos más de 100 niñas en esa situación, entre los 10 y los 17 años, algunas con una, dos o tres dosis. Pero coincidió en que todas recibieron esta vacuna”, dice Mena.

En algunas ocasiones, María no asiste al colegio debido a los quebrantos de salud, por eso, a veces los profesores se trasladan a su casa para explicarle los talleres y tareas que debe hacer.

Institución Educativa Caracolí.
Foto: Laura Parra

Lo único que quedó de la tienda son los logos de Aguila en la fachada, ahora el que pasa por la carretera solo ve la vivienda pintada de fucsia con verde.

Esta madre cabeza de familia ha gastado dinero en transportes y algunos exámenes. Además del desgaste físico y emocional. A pesar de ello, no deja de luchar para que sus hijas reciban un servicio de salud integral. A mediados de 2016 los padres de familia se tomaron los colegios para protestar por los incumplimientos por parte del Gobierno sobre la atención de las menores, ella lideró el cierre del colegio de Caracolí, así fue que el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, fue a Cartagena a conversar con ellos. Marisela le presentó su hija al ministro y le demostró que no eran mentiras las enfermedades que ellas denunciaban.

La madre de María y Yesmith cree que gracias a ese encuentro con el ministro, las EPS comenzaron a prestar un mejor servicio. En su caso, Mutual Ser, les tramita las citas o le soluciona los inconvenientes más rápido que antes.

Marisela es la que habla a las cámaras cada vez que un medio intenta entrevistarlas, mientras sus hijas las evitan, María porque no le gusta que le registren el cuerpo y Yesmith porque le da pena. Ya van cuatro años en esa situación, y mientras la hija mayor ha mejorado, su hija menor se ha deteriorado.

Actualmente esperan que les realicen otros exámenes, que les entreguen los que están pendientes y nuevamente las vea cada especialista. Yesmith, está a la espera de los resultados de la electromiografía y pidió un examen para que le revisen el seno. María, sigue con las terapias diarias, la van a operar del fémur, espera la lectura de los exámenes del test de escoliosis y que le realicen los exámenes por la sospecha de lupus.

“​Yo siento que cada día voy empeorando más, tengo el problema en mis piernas, me van a operar, muchos sangrados vaginales y por la nariz, tengo una enfermedad en la sangre, también me sale problema en la válvula del corazón”, dice María de los Ángeles.

El debate y las peticiones en este tema continúan, así como la vida de las jóvenes. Yesmith, presentará de nuevo el examen del Sena para poder estudiar algo. María, pasa a décimo, quiere estudiar medicina, dice que siempre le ha gustado, pero ahora con más razón para ayudar a las personas que lo necesitan como ella.

Luz en la capital
Dina Luz Carvajal.
Foto: Nelson Jones

La primera vez que Nibia López pisó la capital no fue para conocer la Plaza de Bolívar, ni Monserrate, fue porque le pidió a Francisco Vega, para ese entonces alcalde de El Carmen de Bolívar, que su hija fuera incluida entre la lista de las 8 adolescentes que fueron seleccionadas para ser atendidas en Bogotá. Nibia estaba angustiada porque a Dina Luz no le encontraron nada en los exámenes que le realizaron en Cartagena, pero el deterioro de salud era cada vez más evidente.

Madre e hija llegaron el 21 de agosto de 2014, no alcanzaron a salir del aeropuerto cuando recibieron una llamada de Saludcoop, en la que le informaban que estaban esperando a Dina en la clínica. Nibia recuerda la desesperación de no saber qué iba a pasar con su hija, cada vez se movilizaba menos, además, tenía en la cabeza a su otra niña de cinco años, a quien cuidaba todos los días porque su esposo era el que ganaba el sustento fuera de la casa.

La insistencia de Nibia permitió que a Dina la viera un especialista, porque inicialmente el doctor que la examinó la formuló con medicamentos para la migraña. La trasladaron de clínica y le practicaron varios exámenes, los resultados fueron: mielitis transversa de la resonancia de columna y mycoplasma pneumoniae de la toma de sangre.

“La neuropediatra me dice: su hija tiene mielitis transversa si usted dura dos días más en Carmen de Bolívar, su hija estuviera en silla de ruedas”, recuerda Nibia.

Dina Luz, es una joven de 16 años, cursa grado once en el Colegio Espíritu Santo, anda con una sonrisa la mayoría de tiempo y dice que se pone nerviosa cada vez que cuenta su historia. Narra que después de la primera dosis de la vacuna comenzó a sentir dolores de cabeza, mareos y cansancio, hasta ese momento no lo relacionaba con la vacuna contra el VPH, solo hasta que recibió la segunda dosis el 21 de marzo de 2014. “Ya tuve síntomas más fuertes, se me cortaba la respiración, el corazón se me aceleraba, no me sentía las piernas y no podía caminar una larga distancia”.

Para Dina el resultado que entregó el INS sobre la psicógena masiva no es correcto, dice que ella no va querer estar todo el tiempo en el hospital, como tampoco las otras jóvenes. Además, denuncia el maltrato verbal por parte de algunos funcionarios del Hospital Nuestra Señora del Carmen, quienes las han tildado de locas y de "falta de hombre".

Las dos coinciden en que lo mejor que les pudo pasar fue que las atendieran en Bogotá, ya que a Dina solo le suministraban dextrosa cada vez que iba al hospital municipal, el problema seguía y diagnóstico no había. En la capital estuvo un mes hospitalizadaen la Clínica Jorge Piñeros Corpas, le realizaron varios exámenes, terapias y la purgaron.

Nibia sentada en una silla de madera afuera de la casa, dice que ahora está más tranquila, hace un año Dina volvió a jugar fútbol, volvió a caminar sin agitarse y subió de peso. Sin embargo, expresa que la preocupación no se ha ido del todo. Por un lado, porque la neuróloga que la atendió en Bogotá le dijo: “Tiene que asesorarse con un abogado porque esto fue a causa de la vacuna y en un futuro puede volver a repetir”.

Por otro lado, a mitad de año de 2017 a Dina le diagnosticaron ovarios poliquísticos y ha tenido problemas de visión; ojos hinchados y deterioro en la vista. Nibia y su esposo están esperando que salga a vacaciones para que no pierda clases, y así apartar las citas con el neurólogo, neumólogo, oftalmólogo y ginecólogo.

Ellas tienen fe que todo saldrá bien, y que esos episodios de enfermedades serán pasajeros. El anhelo de Dina es graduarse pronto de bachillerato, presentarse a la policía y pertenecer al Escuadrón Móvil Antidisturbios.





La incertidumbre se gesta
Liliana Torres, Andrea Gamarra y Mariela Barrios.
Foto: Nelson Jones

El Vergel hace parte de los 57 barrios de El Carmen de Bolívar, una cancha de fútbol es el centro de la comunidad, a simple vista parece una vereda, por los matorrales, las calles sin pavimentar y algunas casas hechas en bahareque. Liliana Torres vivía hace unos meses en una de esas casas con su mamá, ahora vive con su novio y la familia de él en el mismo sector. Liliana es una joven de 21 años, se graduó de bachillerato en el 2016 del colegio Gabriel García Taboada. Ahora su propósito es casarse y le gustaría tener un bebé, pero tiene que esperar los exámenes que le envió el doctor, pues su estado de salud no ha sido el mejor los últimos cuatro años.

En el 2015 le diagnosticaron ovarios poliquísticos, enfermedad que tiene que ver con el desequilibrio de las hormonas sexuales femeninas, según la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, puede provocar cambios en el ciclo menstrual, quistes en los ovarios y dificultad para quedar embarazada. También causa otros problemas de salud, como subida de peso, acné, exceso del vello y manchas en la piel. A Liliana la han tratado con anticonceptivos, lo cual le ha ayudado a regular el ciclo. Aunque se puede controlar por medio de dieta, ejercicio y medicinas es una enfermedad que no tiene cura.

Liliana relata que después de la segunda dosis de la vacuna le comenzaron las crisis. “Yo estaba en el colegio, me cayó como un dolor de cabeza, las piernas dormidas y dolor en el pecho”, cuenta la joven con pausas constantes porque el llanto no la deja continuar.

Mariela Barrios, mamá de Liliana, cuenta que su vida cambió 100 por ciento, no solo ha tenido que estar pendiente de su hija sino también de su nieta, Andrea Gamarra, de 17 años, quien también ha presentado diversos síntomas después de recibir la vacuna en el mismo colegio que su tía Liliana. Mariela, coincide en que la temporada más fuerte fue después de la segunda dosis, el 13 de marzo de 2014, desde esa fecha y durante dos años fueron las visitas más constantes al hospital y las noches más en vela de su vida.

Aunque ahora está más tranquila porque su hija no se desmaya y no tiene los dolores constantes en el pecho, cree que el organismo de Liliana cada vez está peor. Le quitaron la vesícula porque tenía cálculos, ahora tiene el riñón izquierdo lleno de piedras y están a la espera del dictamen del doctor.

“Yo pido que nos traigan un tratamiento pronto para ser como éramos antes, unas niñas sanas”, dice Liliana.

Mariela tiene 64 años, vive sola desde que su hija se fue, sin embargo, ellas se siguen viendo casi a diario y la acompaña a los controles. Sobre el deseo de Liliana de ser madre, dice: “Yo si quiero que tenga un bebecito”, ya que no se quisiera morir sin conocerle un bebé a su hija menor.

Ellas seguirán asistiendo a las reuniones de la Asociación víctimas de la vacuna del papiloma humano Bolívar, también irán a los plantones que se pacten y seguirán insistiendo en que el Gobierno tome cartas en el asunto y les solucione el problema de raíz.



Las posibilidades se van al mirar el bolsillo
Yohelis Bravo.
Foto: Nelson Jones

Los habitantes de la vereda Caracolí no solo cargan con la ilusión del acueducto que no se construyó por irregularidades en la contratación sino que también tienen que padecer los desmayos continuos de las adolescentes que viven en el sector de Alta Montaña de El Carmen de Bolívar.

En esta zona, los padres de familia aún enfrentan las dolencias de sus hijas. Nancy del Socorro y Marlene García son dos de esos casos.

Nancy vive al lado de la carretera junto con sus dos nietas y su esposo. La señora cuida de la casa, de Yohelis, una joven de 17 años y Natalia, de 15 años, mientras el señor trabaja durante el día. La vivienda está rodeada por cactus, la puerta principal es de palos y alambres, y de un lado a otro se la pasan las gallinas y un flaco cerdo. Nancy sonríe al saludar pero al hablar del tema de las vacunas su expresión cambia y la angustia es evidente.

Nancy afirma que sus nietas comenzaron a sentir los síntomas después de un año de recibir la segunda dosis de la vacuna: dolor de cabeza, dolor en las piernas, dificultad para respirar y desmayos. Cuenta que desde hace un año Natalia no se desmaya y se le han disminuido los dolores, en cambio Yohelis aún se desmaya, le duele el cuerpo, dejó de menstruar durante un año y constantemente está deprimida.

Al contar por lo que han atravesado durante los dos últimos años a Nancy se le llorosean los ojos pero se limpia pronto para continuar. Indica que a ellos les ha tocado asumir los gastos de los transportes cuando llevan a Yohelis al hospital municipal o a Cartagena. La EPS se haría cargo de los traslados si la madre de familia presenta la historia clínica de la menor, el inconveniente es que la señora vive en otra ciudad y hace unos meses no va a la vereda.

Vereda Caracolí.
Foto: Laura Parra

Hasta el momento, ningún especialista las ha atendido, ni les han proporcionado un diagnóstico, los médicos generales les han recomendado es tener buena alimentación. Al parecer, varias de las adolescentes que han presentado estos cuadros están desnutridas. Nancy recuerda que el gobernador de Bolívar, Dumek Turbay, les dijo en una reunión que enviaría unos potes de alimento, pero hasta el momento no han llegado.

Últimamente han dejado de bajar a la zona urbana por falta de dinero, tomar un mototaxi les cuesta 10.000 pesos por persona ida y vuelta, o la carrera en carro entre 15.000 y 20.000 pesos, además, señalan que en el hospital siempre le suministran lo mismo, entonces ella ha decidido solucionar los dolores con acetaminofén.

“Ellas no pueden aguantar hambre, y debe ser buena comida y por acá no hay eso, tienen que comer lo que uno come, yuca con suero”, expresa Nancy.

Beanis Quintero.
Foto: Nelson Jones

Al lado de ella vive Marlene García, no las separa un muro sino unas plantas de cactus.

A la entrada de la casa hay ñames en un balde, hacen parte del surtido de la tienda que tiene en la sala. Vive con sus dos hijas Beanis, de 17 años y Yanelis, de 15 años.

Marlene dice que su vida y la de sus hijas cambiaron después que les aplicaron la vacuna. “Ver a mis hijas así enfermas me ha enfermado mental y económicamente”, cuenta.

Por un lado, Yanelis se intentó suicidar dos veces por los quebrantos de salud que ha tenido y por la angustia que le ha causado a su madre, por otro lado, Beanis dejó de estudiar porque se cansó de los desmayos constantes en el colegio y el desgano en la mayoría de clases.

A Beanis le aplicaron la primera dosis en la Institución Educativa Alta Montaña, recuerda que no le pidieron permiso a su mamá, fue obligada y hasta correteada. “Yo dije que no y empecé a correr y me cogieron entre dos muchachitos y cuando me pusieron esa vacuna apenas sentí caliente”, recuerda la joven.

La paz en esa casa de color verde es transitoria porque hay meses en los que no presentan ningún síntoma pero el día menos pensando vuelven a recaer: desmayos, dolor en las extremidades, taquicardia, dolor de cabeza y de estómago.

Esta madre cabeza de familia se desespera al no saber qué es lo que tienen sus hijas, hasta la fecha no tienen diagnóstico. Ella pide que el Gobierno le dé una solución. El único medio que ven los padres para que les respondan es por medio de la demanda que interpuso la abogada Mónica León, aunque ella no les cobra, la señora Marlene no ha podido completar todos los documento que León requiere porque no tiene plata para pagar las autenticaciones, trámites y transportes que eso implica.

Ellas seguirán solucionando los dolores de sus hijas y nietas por medio de las pastillas que Marlene vende en su tienda. Al mismo tiempo, esperan por los diagnósticos con sus respectivos tratamientos, siempre y cuando el gobierno y sus bolsillos lo permitan.



Laura Parra Florez - Investigación, textos y producción

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