Hacía un calor infernal y estaba sobre la muralla...
...mirando el océano cartagenero un viernes a las once de la noche. Alguien dijo, “¿qué vamos a hacer entonces?”. El único plan que meditaba era irme al hotel y descansar; acabar la noche y alistarme para el vuelo del otro día.
Saboreé la última gota de un coctel que tenía en mi mano ansiando poner mi cabeza sobre la almohada. Sin embargo, se detuvo mi impulso de terminar todo. Mi trago de tequila, vino tinto, granadina, zumo de naranja y piña se me atoró en la garganta al oír, “vamos a La Movida”. Eramos cinco personas en el centro de Cartagena buscando esa discoteca que prometía en sus redes sociales dos ambientes: crossover y techno.
Siendo sincero siempre me ha costado mucho acercarme a la música electrónica. Me cuesta procesar tanto el EDM como el dark technoConjunto de géneros de música electrónica.. Esa noche entré sin muchas expectativas a uno de los sitios más famosos en la ciudad amurallada a pasar el rato.
Cuando entré al lugar vi un DJ montado en una plataforma de un metro y medio, con sus equipos y sus audífonos puestos. Me llamó la atención una pantalla LED que ocupaba la pared completa detrás de él y sus máquinas. En ella había unos videos a veces muy raros, a veces incómodos pero también hipnotizantes que jugaban en gran sincronía con la música del lugar.
Recuerdo que en un video había una rata caminando por una cocina al estilo de Remy en Ratatouille animado bajo un estilo cubista. Después, pasó a ser un transeúnte en la calle, pasando al lado de carros que iban en la vía con un trazo de cómic. Pero, el que más me impactó, fue una historia de amor prohibido entre dos jóvenes en medio de una fiesta como en la que yo me encontraba al mejor estilo manga.
Foto por: Sebastián López Ramírez.
Después de unas tres horas cambié de ambiente y me fui al crossover. Allí solo vi a un DJ, parejas bailando y una que otra estatua en la pared de cabezas de venados hechas con fragmentos pequeños de algún espejo roto. Ninguna pantalla; ningún video.
Se acabó la fiesta y llegamos al hotel a las seis de la mañana. Me acosté. Al otro día nos devolvimos todos a Bogotá. En mi mente solo había una pregunta: ¿quién o qué hace estos videos? ¿Quién o qué mezcla el video en vivo? ¿Quién conecta los sentidos a la hora de la fiesta?
El video vidente
Las fiestas de techno se han caracterizado por ser una experiencia sensorial y no solo musical, sin embargo, siempre he estado alejado de ellas. Por ello, empecé preguntándoles a unos conocidos y me mandaron a hablar con JkR. Él, un productor audiovisual y animador, le hace visuales a bandas como Melmäk 69 y ha producido un par de cosas para Alcolirykoz, Lianna, entre otros.
“Terminé de casualidad haciendo visuales en vivo”, me dijo con un tono de familiaridad y humildad, como si fuéramos amigos de hace años. Según él, esos “dos manes”, XarXupleX y DJ PHO, fueron los que le pidieron que hiciera visuales por primera vez en vivo para su proyecto conjunto: Melmäk 69. Antes de eso, él había ensamblado piezas para que los artistas las usaran en sus toques, pero nunca había jugado con sus máquinas sobre pantallas en vivo y en directo para un público sediento de música.
VJ es el nombre de esta profesión. Video Jockey, desglosado. Son los encargados de poner a jugar imágenes, luces y animaciones en vivo basándose en la música que esté sonando. Preguntando por ahí me mandaron a hablar con Pierre Puentes, un VJ de la escena electrónica, quien me confirmó eso y me dijo que los visuales “expanden y aumentan la capacidad tan densa que tiene la música de jugar con los sentidos y la imaginación”.
Pero, ¿qué se necesita para ser un VJ? Primero hay que tener un equipo básico con el cual trabajar. Pierre me dice que tiene un controlador Akai apc40 mk2Es un programa informático que permite al sistema operativo interaccionar con un periférico, haciendo una abstracción del hardware y proporcionando una interfaz., su computador y un leap motionDispositivo sensor de hardware de computadora que admite movimientos de manos y dedos como entrada, de manera análoga a un mouse, pero que no requiere contacto ni contacto con las manos.. Por su parte, JkR tiene un controlador MIDI, su computador y Resolume que es un software especial para mezclar en vivo. Ambos están de acuerdo en que es un equipo que puede conseguirse o bien muy barato o bien muy caro dependiendo de marcas y referencias, pero lo que es importante es la creatividad a la hora de mezclar.
Pierre y JkR llevan en el mundo VJ un par de años. Sin embargo, no es una profesión novedosa y en Bogotá hay figuras reconocidas a nivel global. Tatiana Solano, más conocida como Rabbeat, es una VJ ex residente de Baum, un club capitalino de fiesta electrónica. Hoy en día trabaja con Ana María Gómez en su proyecto de visuales y espera crear un colectivo lleno de conejos que caminen en el beat.
Ella empezó en todo este mundo de luces y animaciones cuando tenía quince años. A esa edad vio por primera vez la mezcla de música con imagen en medio de una fiesta. De ahí para adelante su camino fue experimentar con un programa de computador y con internet. “Yo no estudié para ser VJ, no se necesita una carrera para serlo, pero esto me llevó a estudiar artes visuales luego”, dice la coneja del beat.
Efectivamente, no es la única que me lo dice. JkR tampoco estudió una carrera que se llame Video Jockey, ni nada por el estilo. El camino del arte, la programación y la animación lo terminaron dejando ahí. “Yo soy productor audiovisual, no solo VJ, negrito”, afirmó después de dejarme claro que es mucho más profunda la labor.
Ser VJ es plasmar en formatos visuales la idea que tiene el artista y, para ello, se necesita mucha creatividad. Para Pierre es algo clave y afirma que mucho del video o animación que se proyecta viene de trabajo en conjunto con los proyectos musicales. “Ya sea porque me han pasado material de inspiración o porque pienso en el posible set que van a poner, en eso me baso para escoger las piezas que voy a proyectar”, añadió con fuerte ahínco.
Según Rabbeat, está claro que sin esa amistad y sin ese buen entendimiento con los artistas no surge nada. “Es muy importante tener esa comunicación y ese feeling porque finalmente son complementarios”, añade la VJ. Pero también me habla de los diversos problemas a los cuales se ha enfrentado.
“A veces el espacio es muy pequeño y la gente pasa, te riega la cerveza y todo, es complicado”, me dijo la joven de 28 años que se monta a la tarima con una máscara de conejo. A JkR le han pasado otras cosas como que se le desconecta la pantalla o los cables del computador, pero el peor de los problemas es el que me cuenta Pierre. “A veces mi trabajo no es tomado en serio, no merece paga según otros”, comenta resignado, pero con la certeza de que quiere ser más que un VJ; crecer más en la escena cultural.
A veces sí, a veces no
Cuando me contó eso Pierre, me puse a pensar en dónde había visto yo equipo o pantallas para que los VJ pudieran trabajar y donde no. La respuesta, aunque apresurada y vivencial, era relevante. No: Marquez, Hotel V, Céntrico, Mussa. Sí: Baum, Videoclub, Octava, Vlak. La diferencia no es mínima y parece regirse al género musical. Los lugares donde hay fiesta crossover no tienen VJ, mientras que los lugares en donde abunda la fiesta electrónica sí lo hay. Sin embargo, en presentaciones de artistas en vivo es muy que recurrente su presencia.
Exoteam Eventos es una empresa que se dedica a organizar diferentes fiestas en la Zona TSector en la capital Colombiana que tiene vida nocturna como bares, casinos, restaurantes y discotecas.. Su principal sitio, y preferido por la cantidad de eventos que han hecho allí, es Marquez. Allí hay un set de luces y un lugar para el DJ, pero no hay una sola pantalla. Decidí preguntarle a Federico López, uno de los socios de Exoteam, porque allí, y no en otro lado, hacen sus fiestas.
Para esta empresa el principal objetivo es hacer fiestas lujosas para sectores muy focalizados de personas en la capital: “jóvenes gomelos que les gusta el reggaetón”. “Hay que entender que a esas personas les gusta la 85 y esos ambientes”, añadió hablando de su negocio. Ellos no buscan perderse en los visuales, sino en el baile cuerpo a cuerpo, cachete con cachete y pechito con pechito.
Además, le pregunté a Federico si había contemplado la contratación de un VJ, a lo cual me respondió, “¿qué es eso?”. Después de que le explique la función que cumple en la fiesta, con una cara bastante confundida, me dijo que no, que él solo necesitaba un community manager. No conforme me fui a buscar otra cosa diferente al perreo intenso.
Es usual que los organizadores no conozcan la profesión de VJ. Es entendible. Es más, los costos que conlleva adaptar un lugar con pantallas y cables para que estos puedan presentarse no son mínimos. Un metro cuadrado de pantalla led con una resolución Full HD, más un generador de energía que aguante, está entre los 220 mil pesos por día. Aparte de eso, pagarle al VJ se suma a la cuenta y no es muy asequible para el empleador sabiendo que a veces queda hasta en pérdidas.
Foto por: Sebastián López Ramírez.
En mi camino apareció Luís Castellanos, uno de los ex organizadores del Aesthetic Movement. Esta es una fiesta de electrónica que ha tratado de romper esquemas organizando rumbas de techno en sitios como el club La Piscina. Sí, La Piscina, el prostíbulo que queda por la Calle 22 con Avenida Caracas.
Apenas le pregunte sobre los VJ, la lengua se le descosió. “Es que es una vaina bien absurda el no poder combinar la música y los visuales; es como comer sin olfatear, es una sensación a medias”, comentó indignado. Para este joven empresario la presencia de alguien que juegue con las visuales se ha vuelto indispensable en sus eventos.
Claro, no es comparable una fiesta de techno a una de reggaetón. Son distintas y tanto Federico como Luís tienen sus puntos. Pero hubo algo que me quedó sonando en la cabeza después de escucharlos y pensar en los VJ. Para Rabbeat, “tanto el reggaetón con sus escenarios grandes, como la electrónica con sus recintos pequeños, son escenarios para un VJ”.
Hay varias posibilidades para los VJ’s, como afirma la bogotana de pequeños ojos y grandes ideas. De hecho, pueden hacer mezcla de imagen en obras de teatro, activaciones de marcas o hasta eventos deportivos. Por esto, el incremento de eventos culturales en la capital colombiana (teatro, música, danza, circo sin animales, magia y otros), que según la Cámara de Comercio de Bogotá pasó de ser de casi 6.000 en 2016 a 12.000 en 2017, ha sido un beneficio para estos artistas de las pantallas.
¿Los Robin?
Después de una y otra entrevista me quedé pensando en si los VJ terminan siendo el Robin de Batman, ya que sin los artistas no tienen nada. Sin la música, ¿sobre qué bailan? Me puse a hilar muy fino quizás, pero había que solucionar la duda. JkR me había dicho que había trabajado con Melmäk 69 y pues seguro ellos me dirían si es así.
“Negro, ese toque, el de lanzamiento de Abducción –el primer disco de la agrupación–, no hubiera sido nada sin esas visuales”, me dijo XarXupleX, el rapero del grupo. Para él, JkR ha sido el artífice de sus ideas musicales en toda la parte visual. Es más, no solo se quedó trabajando para Melmäk, sino que ahora hace todas las imágenes de Delirium Tremenz, el otro proyecto de Xar, como le dicen sus amigos y conocidos.
Cuando le pregunté a PHO comenzó a divagar en todas sus experiencias. “En un momento yo hice video scratch”, me comentó con los ojos en el ayer. Eso consiste en jugar con el vinilo puesto en el tornamesa, mandarlo para delante o atrás haciendo el sonido de un ¡scratch!, pero configurarlo para que pasara lo mismo con un video que tenía montado en una pantalla. Al parecer, las visuales, el VJ y el músico sí están conectados
Mange Valencia, saxo alto de Los Meridian Brothers, una banda de jazz experimental que hace uso de visuales en vivo, me dijo que “en el proyecto, Eblis es el que pone esos videos”, refiriéndose al líder del grupo. Ahí, sí lo pensé: un VJ sin música no existe; sin alguien que le dé una pista en la cual pintar no tiene nada.
No quería salir del paso y creer eso, así que hablé de nuevo con Rabbeat. “Mira, un VJ va desde los toques en un bar, hasta el teatro sensorial, no somos exclusivos”, me dijo en un tono exaltado. No son los que están detrás, son los versátiles que se mueven en mil ramas de la industria cultural.

Rabbeat:Ana María Gómez y Tatiana Solano. Foto por: Sebastián López Ramírez.
Los creyentes
A fin de cuentas el que juzga si es necesario o no un VJ, si mejora la fiesta o no, es el que va a la fiesta a bailar. Juan Carlos Hernández es un joven de Tunja de veinte años que lleva un par de años Viviendo de pleno en Bogotá. Lugar de residencia: Baum. Estado civil: casado con el techno.
“Claro, yo iría a una fiesta sin visuales, pero es muy diferente”, dijo y detrás de sus lentes se notaba el convencimiento. Según algunos de sus amigos él vive en verdad una fiesta de techno como se debería vivir. Para ellos, la conexión que tiene Juan Carlos es casi espiritual y cada vez que sale a rumbear es como si fuera un musulmán que va a peregrinar a La Meca. “No sé, es que es una narrativa la música, que se complementa con los visuales”, añadió.
Camila Granados es una bogotana que no ve la fiesta como Juan Carlos. “¿Tú en serio crees que la gente se da cuenta? Sólo si no está drogada, y eso”, me preguntó como si viera en mí un incrédulo. Para ella son prescindibles y a veces ni siquiera deberían estar.
Hay un dicho que todavía se usa en muchas ocasiones: 'para gustos, los colores'. Puede que a alguien le guste, o no, y eso siempre pasará. La verdad es que ser VJ termina siendo una extensión del arte en general, ligada a los medios electrónicos y visuales, como afirma la profesora del programa de Artes de La Universidad de los Andes enfocada en nuevos medios, Myriam Díaz.
Rabbeat:Ana María Gómez y Tatiana Solano. Foto por: Sebastián López Ramírez.
En la fiesta seguirá estando Ratatouille en una mesa escapando de un cocinero malvado; un cómic animado sobre un transeúnte angustiado; el Romeo y Julieta al estilo manga. La fiesta no para y a las ocho de la noche se preparan los motores en La Movida, como en muchos otros sitios, y los VJ alistan sus banderas para izarlas en las pantallas mientras la música totea en las cabezas de los fiesteros. Música y visuales: presentes.
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